jueves, 24 de diciembre de 2020

 

LA NOCHE DEL OLVIDO


La festividad cristiana de la Navidad en occidente, desde tiempos lejanos ha sido sinónimo de felicidad, reuniones familiares, regalos a los más pequeños y no tan pequeños, pero sobre todo motivo de alegría.

Nuestra cultura judeo cristiana, generación tras generación nos ha hecho conocedores del misterio sobre el nacimiento de Jesús de Nazaret (-Si su nacimiento fue en Belén, ¿no debería ser Jesús de Belén?)

El creyente cristiano en la Navidad, siente la alegría del nacimiento del hijo del hombre. Motivos suficientes para la esperanza, e ilusión por los tiempos venideros. ¡El hijo de Dios nace esta noche!.

Pero cómo todo en la vida, incluso en la que vivió el hijo del ebanista nacido en la judea hace algo más de 2000 años, hay felicidad plena (-dudo siquiera que exista). Este apartado se le puede dejar a los niños que aún conservan el alma sin la macula, que otorga el tiempo y las perdidas de seres queridos.

Para quienes ya tenemos la suficiente edad de saber que se siente al perder personas queridas, para los que ya sabemos distinguir el sabor amargo del dolor profundo que infringe la perdida material de ese ser que se marchó. La Navidad ya no es sinónimo de alegría, cuando el aroma que deja la ausencia se hace dueña de los recuerdos.

Esta noche, no va a ser una más, ninguna noche lo es, pero esta va a ser la primera Navidad que no te tenga a todos los que quisiera tener a la mesa. El virus que habita entre todos nosotros ha puesto su granito de arena de algún modo, aunque no haya sido el principal agente reseñable.

Esta noche, mamá, tú cenas en tu nuevo hogar, donde te asisten con todo el amor del mundo, donde te cuidan con la ternura que solo las personas de alma grande saben ofrecer.

Por mi parte, casi todo parece igual, esta quietud somnolente solo es el reflejo de la realidad.

Ayer me reconociste perfectamente, madre. Y aunque llegues a no saber que soy tu hijo, yo siempre sabré que tú eres mi madre.

Pero no es justo caer en el lamento. Hay mayores ausencias ésta noche, y no sería justo lamentarse como sí el único dolor fuese el propio. No dejo de pensar en ellos, en “ella” más concretamente, y aunque el hueco que se está haciendo no deja de aumentar, siempre aparece la esperanza diciendo que no hay que sentir dolor, vivimos en un ensayo, y como tal solo sirve para aprender y experimentar.

Esta noche no es una noche más, claro que no. Esta noche es para recordar a los seres que abandonaron la materia, añorar a los que por edad han caído en el olvido de lo vivido y para brindar con los que están ahí, por todos estos seres queridos que nunca dejaran de morar en nuestro corazón. ¡FELIZ NAVIDAD!