Esta
noche no podré cenar a tu lado
Las
personas sentimos y padecemos por quienes nos rodean, por quienes ya
no están, y por todo aquello que nos recuerda a ellas.
Tendemos
a echar de menos aquello que ya no volverá. Es durante nuestra
infancia, ese intervalo de tiempo físico donde en nuestra
ignorancia, creemos que el mundo es el lugar más hermoso para vivir.
Luego llega la realidad que nos rodea, es ahí donde las ecuaciones
no balanceadas, nos presentan ante nuestros ojos una realidad
distinta. Nuestra vida está compuesta por una serie de momentos
felices, que van desde que sucede uno, hasta que se presenta el
siguiente. Todo lo demás es la vida en si es rutina, soledad, dolor,
apatía, trabajo y dormir.
Ahora
bien, sí hacemos el ejercicio interior de asumir nuestra naturaleza
humana, entender que estamos recubiertos de carne cruda que se oxida
en el proceso de vivir, que se deteriora por el simple echo de
respirar el oxigeno que nos rodea, este mismo que es fuente de
nuestra existencia y a su vez causante de nuestro deterioro físico.
Cuando tomamos conciencia, que este tiempo donde experimentamos la
materia, es un simple sueño donde se proyectan vivencias humanas,
donde el dolor es la constante que mide nuestra existencia, la cual
al final de el camino, cuando se pagan las cuentas, en ese momento
donde se hace balance, es ahí donde deberíamos sentir la calma de
haber sido justos con nuestra existencia, con nuestras relaciones
para con los demás.
Toda
nuestra vida es un regalo, somos la única especie sobre la tierra,
que ha llegado a semejantes cotas de entendimiento sobre nuestra
vida, incluso llegamos a plantearnos la posibilidad de transcender
más allá de la muerte (esto puede ser miedo a que esto tenga una
desconexión total, la cual nos lleve a una muerte como ser
energético).
Ha
llegado el momento de vivir esta experiencia carnal sin miedos, sin
recelos a que el final de el camino llegue, y tengamos que bajarnos
de el tren en la estación de la muerte física.
Y
las personas, estas que a diario nos acompañan en el fluir de la
vida, las mismas que nos hacen sentir dolor, y a su vez nos llenan de
felicidad con su sola presencia. Estas que por algún motivo han
decidido recorrer el camino de sus vidas paralelas a las nuestras.
¿Por qué verlas cómo una amenaza a nuestra existencia? Ellas
también han decidido ya que quieren estar ahí. Sentir este efímero
intervalo de tiempo que nos lleva desde el nacimiento, hasta nuestra
marcha junto a nosotros.
Aquellos
que ya partieron, los cuales nos dejaron el corazón roto de dolor y
sumidos en la desesperanza, ya parten con la ventaja de la eternidad,
han transcendido, han abandonado este estado primitivo donde un
simple insulto, altera nuestro sistema nervioso, y nos transforma el
cerebro. A estos que ya no están, quiero agradecer todo ese tiempo
que me permitieron compartir con ellos su espacio y su tiempo en este
plano. De ellos aprendí, de ellos soy quien hoy soy, y de ellos
tengo en mi vida quienes ellos trajeron a este mundo.
He
intentado expresar mi sentimiento, aun sabiendo que no lo iba a
conseguir, ante quienes ya no están, en estas fechas donde la
ausencia nos trasladan a otra época, donde su sola presencia era más
que suficiente. Para aquellos que aun respiramos, lloramos, reímos,
abrazamos, saltamos, bailamos y soñamos, nuestra obligación para
con ellos es no olvidarles nunca, será nuestra manera de
agradecerles quienes fueron y lo tanto que nos hicieron sentir
mientras recorrimos juntos el camino de la vida.
Esta
noche, y ninguna noche de mi vida te olvidare.
Hermosa reflexión y palabras que a todos nos rozan el alma, ¿Porque quién no ha perdido a alguien por este camino de la vida? Quienes compartieron ese camino con nosotros dejaron su impronta en nuestros corazones. No estoy triste por su pérdida, sino agradecida de que decidieran hacerlo junto a mi pudiendo haber elegido a otras muchas almas y como bien dices ni una sola noche de mis días en este plano les olvidaré. Eres un alma bella Juanmi, gracias por tan magnífica entrada.
ResponderEliminarGracias por leerme. Los que ya se fueron de este plano físico, se alojaron para siempre en nuestro interior.
ResponderEliminarQuiero creer que quienes abandonan esta vida material van a otra dimensión o realidad y que la muerte es simplemente un umbral entre estados de existencia, o en otra palabra, un cambio, porque al fin y al cabo somos materia y energía, la materia es evidente que desaparece con el tiempo, pero la energía, como sostiene la propia ciencia, ni se crea ni se destruye, solamente se transforma, de manera que todos esos seres queridos que se marcharon de alguna forma permanecen, el universo entero está animado por la energía y nosotros formamos parte de ella, tanto en esta realidad como en otra. Muy interesante y profundo artículo, Juanmi, un abrazo.
ResponderEliminarGracias amigo Jose por comentar. Un fuerte abrazo
EliminarPrecioso, mi viejo amigo. Viejo por nuestro tiempo solamente... Comparto totalmente la opinión de Jose A. Guijarro, totalmente. Abrazos
ResponderEliminarGracias. Fuerte abrazo amiga Mar
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